miércoles, febrero 04, 2009

HOMBRE MUERTO


El pánico. Cuando el pánico se apodera de ti, la realidad se desdibuja y tu mismo pierdes el control.

El pánico. Correr, reprimiendo unas irrefrenables ganas de gritar, de romper en alaridos.

Corrí. Corrí y vi la ciudad oscura y las calles vacías pasar a mi lado como una filmación en cámara rápida, corriendo también, cada luz y cada farola dibujando largas bandas brillantes tras de sí y yo en el centro de aquel túnel luminoso con la risa suave de ella bailando sobre los hombros. Corriendo, y en todo momento convencido de que era inútil. Que no había escapatoria.

Cuando por fin llegué al bar que solía frecuentar Johnny el corazón se me salía por la boca. El local era un antro que parecía no cerrar nunca, casi siempre atestado de gente y sumergido en una penumbra azulada enfermiza pero al mismo tiempo acogedora. Encontré a mi amigo en una esquina de la barra, charlando con un individuo alto y demasiado sonriente. Johnny iba vestido tan sólo con una camiseta y unos vaqueros sin más prendas a la vista, y me estremecí un poco pensando en la temperatura de afuera.

-Johnny,¿has venido así?-le pregunté a pesar de tener otras cosas mucho más urgentes en la cabeza en aquel momento- Hace un frío que pela, por Dios…

Él se alborozó como nadie lo hace al verme y exclamó:

-¡Ahora íbamos a casa a buscarte! Que guay que hayas venido, tío…

-¿A buscarme?

Johnny se hizo a un lado mostrándome a su acompañante. El hombre sonrió aún más ampliamente a la vez que me estudiaba con ojos de un azul duro que no se correspondían con la pretendida simpatía de aquella sonrisa.

-ÉL es JB –explicó mi amigo y el desconocido se llevó dos dedos a la sien en plan saludo militar sin abrir la boca-Andaba preguntando por nosotros, ha sido una suerte que diese conmigo aquí.

-Pero venga, Johnny –protesté agarrándole por sus flacos hombros y apartándole un poco-Que casualidad. Venga, vámonos a casa y cenamos algo,¿si?...tengo que hablar contigo…

-¿Porqué? Tu mañana no tienes que currar, yo no tengo curro…¿Qué prisa hay?

-Pues, sencillamente, porque no me parece normal ni lógico nada de lo que me cuentas: que este tío aparezca por azar y dé contigo en medio de la puta ciudad… te está sacando copas gratis, ¿verdad?

-¡Que va! Está pagando él, te lo juro…

-Peor me lo pones –dije y a continuación susurrándole al oído añadí:-¿Qué te he dicho de los hombres que invitan a copas a otros tios?...Joder, Johnny…

El desconocido rió deslumbrantemente en la oscuridad del local, luego acercó su rostro al mío, tocó mi hombro y dijo con claridad:

-Hombre muerto. Ella ya ha puesto tus ojos en ti y viéndolo así ya estás muerto o algo peor, a no ser que me ayudes a detenerla.

-¿Ves? Lleva todo el rato así, es cachondísimo –rió Johnny-¿A que ya no quieres irte a casa?

No contesté, solo cogí a mi amigo del brazo y eché a correr, deseando poner la mayor distancia posible ya no solo entre nosotros y aquel tio, sino entre nosotros y toda la ciudad.

-¡Tio!-protestó Johnny-Ya sé que después de tu curro nocturno andas jodido, pero no sé, además de eso estás un poco tenso, ¿no? Relájate…

Avancé a tropezones con Johnny casi a cuestas, mientras la oscuridad se iba haciendo más densa reduciendo el mundo a los puntos luminosos de las farolas y las ventanas como estrellas de un vasto y negro firmamento.

-Por favor, Johnny. Anda más deprisa…

-¡Jo, y luego me dices que si yo me he tomado algo!...oye, en serio, no estarás abusando de alguna mierda, ¿eh, compañero?

Aquello en boca de Johnny me habría doblado de risa en otras circunstancias, ahora apenas le escuchaba como un murmullo lejano pues todos mis sentidos de supervivencia, sentidos desconocidos hasta ese momento, estaban alerta detectando a mi depredador particular y su atención puesta en mi, en algún punto de alrededor entre la negrura que nos rodeaba. Casi visualizando sus músculos tensos, a punto de saltar…

-Johnny, por tu alma-supliqué- Vamos a correr un poco, ¿vale?...Corre, Johnny…

La certeza de la muerte. No la muerte como una idea subjetiva, entendida pero no aceptada. Sentía la muerte como puede sentirla el conductor cuando su vehículo se despeña como un barranco o alguien apunta un arma a tu cabeza. La sentía con tanta claridad como se siente el aire de la mañana cuando abres la ventana tras una noche demasiado larga. Era inútil correr, iba a alcanzarnos en cualquier momento, antes de que pudiéramos movernos más.

Estábamos muertos…

De pronto la oscuridad cambió de cariz a nuestra espalda, di media vuelta y encontré al nuevo amigo de Johnny caminando hacia nosotros con pasos firmes y pesados, dibujando a su alrededor un contorno de una negrura que de algún modo resultaba menos amenazadora.

-¡Eeeeh, es el JB!-gritó Johnny encantado-Perdona tío, hemos salido follaos sin despedirnos de nadie, es que mi colega lleva un poco de mal rollo y no pude…

La oí sisear, oí rechinar sus dientes en mi cabeza a la vez que susurraba: “…no tienes muchas alternativas a la vista, créeme, y no soy yo lo peor que puedes elegir. Pero la vida está llena de segundas oportunidades…”

JB sonrió con desprecio como si hubiese oído algo.

-Mienten. Siempre. Hundir sus defensas es parte de su estrategia. No es un modo de actuar exclusivo de ellos, por desgracia, pero es así.

-¿…estrategia?...¿Y QUIEN ERES TU?-grité incapaz de entender que había ocurrido con mi vida en tan solo veinticuatro horas-.

-Un amigo-contestó-.

De pronto el infierno se desató, la noche se llenó de un viento huracanado y las farolas que nos rodeaban fueron estallando una a una, dejándonos sumidos en la más absoluta oscuridad.

-Tranquilos-dijo JB intentando oírse en medio de la súbita tormenta desatada mientras Johnny miraba a su alrededor como si por fin hubiese notado que algo no iba bien en torno nuestro- La encantan los efectos especiales, pero lo importante es que…

Un súbito golpe de aire invisible me tiró de espaldas literalmente, arrastrándome por el suelo.

-…efectos especiales-oí repetir al individuo-pero lo importante es…

Su imagen empezó a temblar como si se tratase de algo irreal, el mismo Johnny desapareció y sin más me ví tendido en un callejón oscuro con una luna surcada de nubes negras sobre mi cabeza. No puedo explicar el sentimiento de terror, de desvalimiento y absoluta soledad que me embargó.

-¿Johnny?-murmuré con los ojos empañados-.

Dos brazos blancos y fríos me rodearon por la espalda y escuché su voz, esta vez susurrando a mi oído.

“Te lo dije…No puedes contar con Johnny. Pero tranquilo, puedes contar conmigo. Voy a llevarte al otro lado del arcoíris.”

Me hizo dar la vuelta despacio y pude ver de nuevo su cabello rubio rizándose con vida propia ante su rostro, la mirada apacible y profunda, su perfecta piel blanca, casi azulada, y en sus hermosos labios una sonrisa contenida.

“Vamos, no pongas esa cara. ¿No crees que me debes un baile?”

Sin darme cuenta estaba de pie y ella me abrazaba pegando su cuerpo duro y frío al mío. Rendí mis brazos en su cintura, que ocuparon el lugar oportuno como si siempre hubiesen estado allí, y ella dejó caer su cabeza en mi hombro, desfallecida de amor.

“Sabes, busco tanto…Es como hacéis vosotros, en realidad no somos tan distintos. Busco, vuelvo a buscar, me equivoco… a veces me duele, y tengo que retirarme en la oscuridad a llorar mis heridas. Aún así no desespero porque la felicidad puede estar ahí, a un milímetro de mis dedos, y vuelvo a intentarlo…”

No pude musitar una palabra por el puro terror que sentía pero ella se limitó a entrelazar sus dedos con mi cabello como si no precisara respuesta.

“..sabes, cuando creo encontrarte, cuando creo tenerte entre mis dedos, te escurres y tengo que volver a empezar…es tan desesperante…entiendes lo que siento, ¿verdad?”
En alguna parte lejana de mi conciencia oí a Johnny gritar mi nombre.

“..muchacho, curaré tu dolor. Solo tienes que darme una prueba de amor, ¿lo harás?”

De pronto ella era cálida entre mis brazos, sus labios se posaron primero los míos, después en la línea de mi mandíbula.

“¿Tienes miedo?”

“..joder, sí…”

“…venga hombre…¿crees que podría hacerte daño?...”

No se sí ella necesitaba oírlo, ni si yo lo creía al decirlo, pero moví la cabeza negativamente. Entonces noté sus dientes presionando contra el punto exacto en que latía el pulso de mi cuello, luego algo cedió en mi piel y sentí distante algo cálido que fluía de mí hacia ella…

…de súbito la oscuridad había desaparecido y nos envolvía una niebla de plata, fría pero increíblemente hermosa.

No, no sentí dolor, tan solo su bello y despiadado amor.